miércoles, 20 de julio de 2011

Reflexiones tras la G2H.


Han pasado tres días desde que pasó la "Goiherriko 2 Haundiak" y todavía estoy flotando. Puedo decir que en estas últimas horas he pasado algunos de los momentos más emocionantes que jamás haya vivido.

Habían sido dos años sin entrenar de manera seria (paternidad, estudios...) y me planteaba si alguna vez volvería a poder hacer una prueba de este tipo. En mi cabeza rondaba ya la idea de dedicarme a algo que me robara menos tiempo (ahora lo descarto totalmente). Pero quería saber si aún era capaz de terminar una prueba de este tipo en unas mínimas condiciones. Este último año los entrenamientos si bien no han sido muy intensos si que han sido constantes y he llegado con un mínimo aceptable a la G2H. He acabado la prueba y me siento de nuevo corredor.

El jueves 14 ya dormí mal. Me pasé el día repasando mentalmente el material que tenía que llevar a la prueba. El viernes a las 10 de la mañana había quedado con Dani (un amigo que finalizó el 12º en la Ehun Milak- ojalá se me pegue algo de esas palizas que de vez en cuando me da). A las 12 estábamos en Beasain. Yo, en mi primera participación, alucinaba con la organización. Nada que ver con otras pruebas similares en las que había participado (101 de Ronda, Hiru Haundiak...). Por todas partes se veían las camisetas verdes de los voluntarios. Encontramos el parking a la primera ( muy bien señalizado), recogida de chip, dorsal y revisión de material obligatorio. A la 1 de la tarde y con los trámites hechos nos dirigimos a la "pasta party" (otro 10 para la organización), la comida se ofrecía en una casa-torre restaurada preciosa. Sentados a la mesa con otros corredores charlábamos sobre lo que se nos avecinaba. En nuestra mesa estaba Fernando Osa, bastante conocido en Euskal Herria y yo me veía pequeñíto, pequeñíto a su lado. Sinceramente no comí mucho porque tenía un nudo en el estómago que no se me deshizo hasta la salida de la prueba.

Paseamos por Beasain hasta las 5. Dejamos las bolsas con el material para las paradas intermedias y Dani se fué a cambiar. En esa última hora intercambiamos pocas palabras, todo eran nervios. Dani se dirige a la zona de corredores, en unos minutos se da la salida y salen como balas. En estas pruebas no se desea la victoria, sino que acabe y acabe bien. Es lo que pienso para él. El año pasado se tuvo que retirar y este año tiene que acabar.

Ahora mis nervios aumentan. Me dirijo al parking, me tumbo en el césped, intento dormir. Imposible. Silvio Rodríguez no me ayuda, leer tampoco. A las 21:30 veo como la gente de alrededor empieza a vestirse. Hago lo mismo, reviso todo un par de veces. Vaselina, calcetines bien colocados, mochila al hombro y hacia la salida.

No puedo estar quieto. Me levanto, me siento, me vuelvo a levantar. ¡Que empiece ya! Estoy rodeado de corredores y todos nos movemos inquietos. Tras unas palabras del alcalde y el organizador de la carrera, bailan el aurresku, empieza a sonar la banda sonora de "La conquista del paraíso" (como en la UTMB), y un cohete da la salida a estos 88 kms. de pura montaña y 6.500 mts. de desnivel.

Primeras sensaciones buenas. Salimos trotando y me junto a un grupo de corredores de Alicante que llevan un buen ritmo. Nos dirigimos a Gaztelu-Lepo, (conocía la zona de entrenar por los alrededores el año pasado con Dani para la Ehun Milak 2010). Bajamos a Larraitz para subir nuevamente al Txindoki que de noche impresiona. En la última parte me descuelgo del grupo de alicantinos y procuro ir a mi ritmo. Voy muy torpe, me tropiezo mucho. En el trayecto hacia Gambo me caigo al menos cinco veces, dos de ellas torciéndome el tobillo, aunque sin consecuencias. Pienso que todo cambiará cuando llegue el día. En este tramo coincido por primera vez con Dolors, una corredora catalana con la que iré coincidiendo en los siguientes avituallamientos. Tras el Gambo pensé que ya había pasado un obstáculo importante. Ahora se trataba de llegar al avituallamiento de Etxegarate, cambiarme de ropa y zapatillas, comer caliente y aguantar 38 kilómetros.

La subida a Lizarrusti dura. De allí hasta la bajada a Etxegarate una sucesión de rampitas que hacían bastante daño. Una vez en Etxegarate, descanso más prolongado de lo habitual (no suelo parar mucho en los avituallamientos), llamada a casa para avisar de donde me encontraba (otro acierto de la organización el sistema de poder ver en tiempo real desde casa cuando pasábamos los controles de paso), y para adelante. Hasta el momento iba bien, débil, pero reservando fuerzas para el final ( y para el Aizkorri). Desde Etxegarate empezaba una ligera subida hacía Zegama. Al llegar a Otzaurte me animé (todos los fines de semana iba con mi aita hasta el apeadero de Brinkola para subir a Aizkorri y ese era el camino que utilizábamos). Me encontraba por fin en tierra conocida. Tunel de San Adrian y subida durísima a Aizkorri. En ese tramo volvimos a coincidir con Miguel y Dolors y ya iríamos juntos hasta la meta. Era mediodía y el sol castigaba bastante, pero una vez coronado el Aizkorri lo peor había pasado. La bajada del Aizkorri hacia Andraitx era una barbaridad para mis castigadas piernas. Una vez hecho el descenso nos quedarían unos doce kilómetros de terreno fácil hasta la meta.

A partir de ahí, y pese a la maltrecha rodilla de Miguel, bajábamos con una sonrisa en la boca. El trabajo estaba hecho. A unos ocho kilómetros de meta, nos paso el ganador de la Ehun Milak, el gasteiztarra Javi Dominguez. En unas pocas zancadas se alejó de nosotros tras saludarnos con una sonrisa. ¡Una máquina! Más o menos en una hora llegamos a la zona urbana de Beasain. Una larga recta de un kilómetro no llevó hasta la meta haciendo un tiempo total en 20 hrs. 46´. El pueblo volcado con la prueba nos animaba como si fueramos los ganadores. Una vez cruzada la meta posamos para una foto del grupo que conseguimos llegar juntos: Miguel, Dolors y un servidor.

Un placer haber corrido con ellos. En la siguiente carrera que coincidamos espero que Miguel me cuente que tal le sentó ese chuletón con cerveza por el que se le caía la baba en los últimos kilómetros. También espero que Dolors me pueda contar como es posible terminar una carrera de este tipo con una sonrisa permanente. Rodeado de gente así da gusto sufrir. Porque yo si algo hice algo en esta carrera fué sufrir. Una carrera durísima, pero no tengo ninguna duda de que allí estaré el año que viene.

He vivido una experiencia inolvidable y esto me da fuerzas para seguir entrenando, e ir retomando el camino que dejé hace unos años. Lo haré porque quiero seguir viviendo estas emociones al menos un par de veces al año.

Saludos a todos. Cuando vaya consiguiendo fotos las colgaré. ¡Me voy a correr con Athos!


1 comentario:

parusmajor dijo...

Zorionak, Patxi. Muy buena crónica de la carrera. Está claro que la constancia en los entrenos es la clave de todo. Todo lo "sufrido" durante un año entero tiene su recompensa nada más cruzar la meta. ¿Merece la pena entrenar tantas horas para hacer una carrera que dura 10 - 20 horas? Por supuesto que sí, y tú puedes dar buena fe de ello.
Zorionak pues, Patxi.
Un abrazo.